miércoles, 12 de octubre de 2011

Posets desde Biadós: una ascensión en solitario, con buenas sensaciones...

Aunque en general no me gustan las ascensiones en solitario, hay que reconocer que tienen un sabor especial. El pacto de los ritmos y descansos sólo con uno mismo, y la concentración en el recorrido y en nuestras propias sensaciones, proporcionan un contacto con el entorno mucho más estrecho, que compensa en cierto modo la ausencia de compañeros para compartir la experiencia del momento, las decisiones y sus resultados. Tratándose además del Posets por una ruta tan clásica como esta de la Bal d'es Clots desde las bordas de Biadós, la verdad es que hasta apetece, para qué nos vamos a engañar.



Y es que casi nadie sube ya a Lardana desde Biadós. No hay estadísticas al respecto, pero todo indica que la profunda remodelación del Ángel Orús y la popularización de otros objetivos, como Culfreda y sobre todo Bachimala, han reducido el tránsito por el pinar del Clot. Son muchos los que cada tarde, desde el portal del refugio de Biadós, contemplan la bucólica estampa del bosque bajo los paredones rojizos, pero no tantos quienes lo hacen estudiando el itinerario más lógico sobre los barrancos, para remontarlo al día siguiente. Este sábado veraniego de primeros de septiembre únicamente sería yo, aunque hay que decir que lo mío tiene truco…


Subo solo pero tengo una cita multitudinaria en la cima. Mi ascensión forma parte de una actividad extraordinaria del club, que para celebrar el aniversario de su fundación ha planeado una ascensión múltiple por cinco vías diferentes, coincidiendo en la cumbre para bajar juntos por el valle de Eriste. El reparto ha sido desigual, y mientras la cresta de Las Espadas y la Ruta Real desde el Forcau han contado con buen número de seguidores, yo seré el único representante por este lado, así que confío en que la responsabilidad me ayude con el desnivel.


La logística de vehículos para la minitravesía no ha sido un problema, porque tenía unos días libres que estaba aprovechando por el valle de Estós, junto con algunos compañeros de los que me despedí el viernes, yendo ellos hacia el collado de la Peana y yo hacia el de Chistau. Bajando por Añes Cruces, tuve tiempo de repasar con calma la subida que me esperaba -visible justo enfrente en la vertiente opuesta del valle-, de instalarme en Biadós, y de bajar por la tarde hasta el otro lado de la palanca sobre el Zinqueta para darme un remojón y reconocer el arranque de las rutas al Posets y a la Forqueta, mejor señalizadas que como las recordaba de otras veces.


Cenando esa noche –rabo de toro-, se comentó en la mesa que un pastor había avistado por la zona un oso, animal reintroducido hace varios años en la vertiente francesa de la cordillera. Después del postre, tuve un inesperado encuentro con una pareja conocida, compañeros de trabajo, que llegaban entonces al comedor, aunque no conseguí convencerlos para cambiar sus planes y venirse conmigo, como es natural. Y ya en el dormitorio, un jubilado bávaro amante del pacharán casero, que andaba recorriendo el GR-11, entre otros, hicieron que me alegrase de haber traído tapones para los oídos. He descubierto hace poco los de silicona expandibles, tan efectivos que sólo me atreví a ponerme uno, por miedo a no oír el despertador...

En fin, cosas de la vida en los refugios. Este de la familia Cazcarra, privado aunque concertado con la FAM, es conocido, aparte de por su gran cocinera y buen trato, por lo reacio del dueño a empezar con los desayunos antes de las siete, ya que no por mucho madrugar amanece más temprano. A mí me bastaba, así que me puse en marcha a las 7:30, poco antes de las primeras luces. Con el pensamiento puesto en el oso como potente estímulo, remonté a toda prisa las densas zonas de pinar y boj que hay por encima de la cabaña de La Basa, canturreando de cuando en cuando para que sea él quien te descubra primero y pueda huir, como tengo entendido que hay que hacer en estos casos. Por suerte, la ley de probabilidades se cumplió, y los únicos contactos con la fauna local fueron el tamborileo de un picapinos que ni siquiera conseguí ver, una mosca cojonera que se vino conmigo al cruzarme con un rebaño de ovejas, y la elegante carrera cuesta abajo de un sarrio sorprendido por mi presencia, mientras se dirigía a beber.


El recorrido en sí no plantea grandes problemas (comentamos los detalles en el álbum de fotos). La salida del bosque es lo más desconcertante, al abrirse a un rellano dominado por las Espadas donde el sendero desparece por un momento: aquí me despisté una vez, pero eran otros tiempos...


Hay que torcer con decisión a la izquierda, iniciando un flanqueo en horizontal sobre el límite del bosque, que nos lleva a cruzar el arroyo del Clot por debajo de una cascadita...


La ascensión sigue otra vez a saco, zigzagueando sobre la línea de mayor pendiente por terreno monótono y con pocas referencias, cruzando algún cauce secundario seco, hasta alcanzar un pequeño resalte rocoso que da paso al glaciar cubierto de Llardana, una silenciosa reliquia natural.



Dejando el glaciar a la derecha, sigo por el lomo lateral de la morrena en busca del embudo final de subida, desde donde se ven ya recortadas sobre Las Espadas varias siluetas con uniforme naranja fosforito, que van al mismo sitio que yo.


Tras ganar la cresta en un falso collado con vistas a la arista E, todavía desierta, que seguirá el pequeño grupo de Estós, y de trepar sin problemas a la antecima norte, se distingue cercana la cumbre principal de la montaña, poco relevante desde aquí pero muy colorida por el grupo principal, puntual a la cita. Yo también he cumplido (4:45, descansos incluidos, para los 1.600 m. de desnivel), gracias a un ritmo constante con breves paradas y a unas condiciones ideales para la marcha, a resguardo del sol por la propia mole del macizo hasta los 3000 metros. Las celebraciones empezarían ya en el mismo vértice geodésico, pero eso es otra historia…



---------

Qué se puede decir a estas alturas de la segunda cumbre del Pirineo... El Posets vino soportando desde los inicios del pireneismo en el siglo XIX un estigma de montaña pizarrosa y algo tosca, carente de la leyenda y la singularidad calcárea de Monte Perdido, o del carácter alpino que confieren a las Maladetas y al Vignemale sus granitos y glaciares más pujantes. Tal vez por ello, fue el último de los colosos en ser ascendido oficialmente, sin la épica de otras conquistas, a cargo de los guías Redonnet y Barrau, quienes condujeron hasta la cumbre a un tal Halkett, desconocido aristócrata inglés, en 1856.

El interés por sus posibilidades crecería poco a poco con las visitas de prestigiosos exploradores y, más adelante, de los amantes de la dificultad. El conde Russell inaugura esta ruta clásica desde Biadós en 1875; Le Bondidier y Camboué ascienden múltiples picos en 1905; Henri Brulle recorre la cresta S o de Las Espadas en 1914, descendiendo por la que él mismo bautizaría como Ruta Real; y Lucien Carrivé junto a Georges Ledormeur hacen lo mismo en 1921 por la cresta N o de Los Gemelos, interrumpida por una escabrosa brecha. Pero por encima de todos, destaca el doctor Jean Arlaud, con una vía directa en la inestable cara E, la arista W a Las Espadas en 1924, y el corredor de nieve que hoy lleva su nombre en 1927, donde fue acompañado por Raymond d’Espouy, sobrino de Brulle.

Es probable que un malentendido entre estos primeros viajeros y los lugareños motivase la curiosa dualidad toponímica presente hoy en la zona. Los picos Posets y Espadas siempre fueron conocidos por sus paisanos como Lardana y Lardaneta (con una sola ‘L’ en la vertiente chistabina y con la doble ‘Ll’ patuesa en Benasque). Posets y Las Espadas designaban originalmente a los terrenos más bajos de pastos e ibones situados en la parte de Bardamina sobre el valle de Estós, y junto al barranco de la Ribereta frente a Biadós, respectivamente. Como los montañeses entienden por ‘montaña’ precisamente esas zonas donde pastan sus rebaños -al pie de las puntas o tucas-, no sería de extrañar que al ser preguntados por los nombres de las montañas dieran los del nivel inferior, que los extranjeros tomaron por los de las cumbres, perpetuando una errónea elevación del topónimo.

Lo cierto es que, para el excursionista moderno, el Posets tal vez se resentía hasta hace poco de la ausencia de un refugio cómodo y a la vez cercano a la cumbre, solventada tras una profunda remodelación del Forcau que terminó el año 2000, convirtiendo la Ruta Real en la más frecuentada con gran diferencia. El antaño olvidado Llardana puede así ofrecer a cientos de visitantes anuales sus mejores argumentos: una mole imponente –apreciable mejor desde Biadós-, bien individualizada entre tres valles de incuestionable e intacta belleza y con una de las panorámicas cimeras más amplias del Pirineo.

.