jueves, 9 de agosto de 2012

Vía Royale al Mont Blanc por Goûter II: Del refugio a la cima...

El refugio de Goûter (3817 m),  el más alto de los guardados en Francia, marca la entrada al mundo del hielo. De ahí para arriba ya no hay donde sentarse ‘en seco’ y toda precipitación es, durante cualquier mes del año, en forma de nieve.


 Este verano se inaugura un nuevo edificio de estética futurista, asomado, como el antiguo, al borde vertiginoso del hombro nevado donde antes estaba permitido el vivac. La saturación de la ruta hacía aflorar cada verano un poblado de tiendas semihundidas en la nieve, cada una en su pequeño foso para resguardarse del viento, una bella imagen que ha desaparecido con la normativa restrictiva actual.



Con buen tiempo, una agobiante lata de sardinas ofrece en realidad pocas comodidades adicionales respecto a una buena tienda en la nieve, excepto la cena consistente y un mayor calor humano y ambiental, que permite dejar en casa el saco de plumas. El problema es acertar con la reserva anticipada para esa ventana de buen tiempo.


En ambos tipos de alojamiento, el descanso nocturno suele verse afectado por síntomas de hipoxia debida a la altitud, si se trata de la primera pernocta cercana a los 4000 metros. Unos ritmos cardiaco y respiratorio que no vuelven a la normalidad a pesar del reposo, palpitaciones y cefalea, además de una extraña intranquilidad debida en parte a esas sensaciones y al temor de que vayan a más en mitad de la noche, hacen desear que suene pronto el despertador, lo que sucede como muy tarde a la una o las dos de la madrugada.


La ascensión de mil metros de desnivel entre el refugio y la cumbre, de cuatro a seis horas según el estado de forma y de aclimatación, suele etiquetarse como ‘engañosamente fácil’, o fácil con algunas condiciones. Las condiciones más adecuadas serían, básicamente: una madrugada despejada y apacible con la temperatura rondando los 8 ó 10 bajo cero; una huella marcada, con o sin filas de frontales por delante –entre los que seguramente habrá algún guía profesional-;  y al menos una persona con capacidad de decisión en el grupo.



Hay que contar con una sensación persistente de frío, intensificada por la altitud, que aumenta incluso un poco hacia el amanecer, resguardarse del viento y proteger cabeza y extremidades con lo mejor de nuestro equipamiento. Todo glaciar por definición tiene grietas, aunque en esta ruta y ajustándose a la huella, se encuentran por fortuna en mínimas dosis. Por los alrededores sí que se ven. El principal peligro, hoy en día también muy previsible, son los cambios bruscos de tiempo, que convierten las inocentes laderas y planicies nevadas en una ratonera.


La dureza y pendiente del piso aumentan progresivamente con la altitud hasta niveles moderados. Con los crampones calzados por supuesto desde el refugio, el grado de inclinación es bastante adecuado para llevar el piolet en el lado de la montaña y un bastón en el del valle. Con paso lento y constante, se alcanza el Dôme de Goûter (4304 m), casquete nevado con categoría de ‘cuatromil’, seguido por el amplio y ventoso Col du Dôme, desde donde es visible en un pequeño promontorio rocoso la caseta de duraluminio del Bivouac Vallot (4362 m), salvador refugio de fortuna en caso de mal tiempo, que vino a sustituir a un antiguo observatorio astronómico.


La cabaña Vallot se sitúa al pie de la arista de Les Bosses -dos jorobas blancas correspondientes a las cotas 4486 y 4513-, que lleva directamente a la cumbre en el tramo más afilado del recorrido. A diferencia de la jornada previa de aproximación, no hay trepadas ni sectores verticales, aunque en esta segunda parte de la subida es probable que un bastón dejado caer, u otro objeto desprendido de la mochila, desaparezcan velozmente ladera abajo. Algunos grupos que llegan sin encordar se encuerdan opcionalmente a partir de aquí, dando por supuesto que sabrán reaccionar en caso de resbalón de uno de sus miembros.


Los cien metros finales previos a la codiciada colina alargada que forma la  cima (4810 m) requieren una concentración extra, sobre todo en caso de cruce con otra cordada descendente, por su estrechez y caída hacia ambas vertientes -estamos ya sobre la frontera italiana, si bien los diferentes mapas hacen variar su posición, barriendo por lo general para casa. En esta embarazosa situación alpina, se le supone mayor valor al grupo que primero abandona la huella, mejor hacia un escalón lateral preformado y con el piolet a mano, sin movimientos bruscos y sin aparentar temor, pero sin alardes innecesarios…


Y ya está. Si no hemos trasnochado mucho, podremos tener la suerte de compartir la cima solitaria únicamente con nuestros compañeros, y de ver amanecer sobre Europa. Desde luego que queda toda la bajada (casi 2500 m hasta la estación final del tren de cremallera), pero la euforia y la creciente concentración de oxígeno irán compensando los efectos del cansancio. Al llegar, los turistas deberán cedernos respetuosamente el turno como a verdaderos alpinistas, según manda la tradición, y por nuestra parte hemos de acordarnos de desmontar el piolet de la mochila antes de acceder al tren de regreso, ya que no hacerlo es peligroso para el resto de viajeros…
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Las imágenes corresponden a la ascensión de otro grupo del club hace unos años. Esperamos las que puedan enviar los amigos que lo van a intentar esta misma noche...

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